Lo peor de mi alfombra es que es muy hermosa (llena de patos ordenaditos alineados de fuertes colores, medios geométricos mirando una línea a la izquierda y la otra a la derecha y así sucesivamente durante dos metros por uno setenta.) Como decía, es tan linda que me carga pisarla.
De que &%$*#¨%”# me sirve una alfombra que no quiero pisar!!!
Pero tengo que resignarme y pasarla, mal que mal, esa es su función. Ser pisada y adornar el suelo.
Al igual que la obra de Lucía Egaña. Obra hermosa que se pisa y que permite ser deformada por los zapatos sucios de otras personas. Láminas de cobre cubren el suelo de Palacio de la Moneda. El cobre está en la Moneda. El cobre es la plata de chile, y el cobre fue dado a unos internos de colina uno para esculpirlos con imágenes típicas chilenas y con eso tapizar el suelo de una sala del palacio. Y ser vista y pisada por espectadores con zapatos. Zapatos ojalá sin caca de perro.
La obra de Lucía Egaña. O la obra de los ocho presos que hicieron esta alfombra de cobre. Ya ni siquiera sé quién es el verdadero autor de una obra artística, el que lo hace, como es el caso de los internos, o el que tiene la idea, como Lucía Egaña. El concepto, o la mano de obra.
Este “problema” se ha repetido siempre, a lo largo de todos los tiempos. Siempre el gran creador se sienta a dirigir, como pasa en la arquitectura por ejemplo, el arquitecto dibuja, diseña, pero son los obreros los que levantan la casa. Sin ellos nos hay casa. Esta superproducción de Lucía Egaña, la gran inventora jamás hubiera sido posible sin estos internos buenos para la orfebrería. Es más, esta obra no existiría si estos ocho reos no hubiesen cometido el acto delincuente por el cual han sido privados de su libertad. Y voy más allá todavía, la culpa es de la madres! Porque siempre se culpa a las madres de no haber dado una educación buena a sus hijos y se dice que es por ellas que los hijos caen en las drogas, maltrato y delincuencia, y estos niños, que pasaron hambre, por eso robaban, mientras la mamá se estaba gastando toda la plata que no tenía en la peluquería. Madres chilenas egoístas, siempre pensando en ustedes.
Y así es Chile.
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Se dice que gracias a esto los internos están preparados para readaptarse a nuestra sociedad.
“Estos talleres constituyen una opción real de reinserción laboral para los internos y les permiten contar con herramientas que faciliten su reingreso a la sociedad.”
Cómo, me pregunto yo. ¿Siendo pisoteados? Sé que suena retrógrado de mi parte, pero no puede ser que la manera de reintegrarse sea a través de las pisadas de los otros. Qué seguridad puede brindar eso.
Sé que esto es metafórico por todos lo elementos que hay en juego: “En este caso, hay muchos temas que se están relacionando, uno es el cobre, que es el sueldo de Chile, que es lo que produce y que hoy Chile tenga un excedente de plata que no sabe qué hacer con ella; está la artesanía, están los símbolos de la iconografía nacional; está el espacio dónde se exhibe, que es La Moneda, está el trabajo de la gente que está privada de la libertad. Son muchos elementos que se van superponiendo y que van conformando un sentido general”, explica la artista Lucía Egaña.
Pero decir que es una opción real de reinserción laboral lo encuentro mucho, es decir, ojalá todos los presos del mundo puedan reintegrarse en sus sociedades respectivas y sean aceptados por la gente libre, que muchas veces les teme obviamente.
Mas mi punto es que todo funciona simbólicamente, aunque sea sin darnos cuenta, todo el tiempo usamos símbolos como nuestro idioma, o nuestra gesticulación o los signos del tránsito etc.
Y hacer una gran alfombra de cobre ensamblada de planchas repujadas con íconos populares hechas por internos de la penitenciaría colina uno, y que ésta sea pisada con el fin de deformar, simbólicamente la identidad nacional, me parece duro.
Porque para mi, no fue sentir la deformación de la identidad nacional, fue pisotear la obra de una persona privada de libertad y que busca por todos los medios ser reaceptado. Y pisar, ensuciar y deformar la obra de éstos presos me da la sensación de pisarlos, ensuciarlos y deformarlos a ellos, simbólicamente.
Todo funciona tan armónico en esto, todos los conceptos: el cobre, los presos, los íconos, la Moneda, etc. Yo lo único que reprocho es el final. Que estén el suelo. Podrían haber estado en las paredes, y te hubiera envuelto por todos lados la sensación de salir adelante, mirar hacia adelante. Mirar las obras de frente y para arriba; no hacia abajo, hacia los zapatos.
Como el caso de mi alfombra: es una obra de arte hecha por una artesana boliviana. Pero es una alfombra, se dobla, se pisa y calienta los pies con su lana de alpaca.
El cobre es frío.
Francisca Cheyre